viernes, 15 de mayo de 2009

Aún ilumina su alma (Antologia La llama encendida , Edit Creadores Argentinos)

Observando con sus ojos alicaídos el pasillo húmedo y blanquecino de la calle 38, entre las rejas descuidadas de la puerta de entrada, Mabel se prepara para verlo una vez más.
Toca con un temor inusitado el timbre B , que con un sonido sórdido deja entrever su presencia a quien habitaba la casa. Desde el otro lado del auricular del portero una voz contesta: ¿Quién sos?
Ante la respuesta obvia, si ya había avisado que venía , piensa Mabel, aparece un caballero moreno que con llave en mano le abre la puerta de entrada, con el torso descubierto aunque el calor no lo requería ni las buenas costumbres tampoco. La recibe con una cara que no se podría definir como de tristeza sino de oportunismo por la situación reinante. Una cara de seudo preocupación.
Mabel, bastante desconfiada últimamente ya que las personas le habían demostrado que no era bueno mostrarse tan abiertamente y confiar en forma plena, lo siguió por el corredor hasta la puerta del PH.
El pasillo era angosto y en esta situación, se percibía bastante asfixiante se podría decir. Igual nada le interesaba a Mabel, solamente la idea de verlo al menos una última vez.
Ingresasó al departamento cuyo patio central se veía totalmente renovado. Quienes estaban al cuidado evidentemente habían aprovechado la situación con la excusa de otorgarle mayor confortabilidad y sentimiento familiar a mi pobre amigo. Cómo se notaba su ausencia mental.
Otros muebles invadieron el lugar, lo mismo que la decoración sobre los mismos. Aparecieron fotos que no estaban allí en el ultimo tiempo, una organización que no se correspondía con el dueño de la casa.
Una mujer sale a saludarla, alguien más pensó Mabel.
- No comprendo pero bueno no debería importarme, están aquí y son su única compañía- se repetía incesantemente.
La indignación igualmente la superaba y así lo demostraba su mirada escudriñadora. Una mirada que invitaba sin palabras a los otros a dar excusas y respuestas a preguntas no planteadas.
- Pasá por allí que está en la cama, ya no reconoce, pasá nomás- dijo aquella dama cuyo nombre supo era Marta
Al pasar se le heló la sangre, ¿cómo podía ser? , si la semana anterior había estaba hablando con él, de la mejor manera , como en los viejos tiempos donde se compartían mateadas con política de por medio, inquietudes y pavadas. Ya estaba en silla de ruedas pero con mucha energía. Nada en su mente coincidía con la imagen que encontraba.
- Hola Manolo! ¡Me conocés!- le dijo , sintiéndose tan impotente al verlo postrado con la mirada perdida.
- Si, cómo no, vamos a Romero, hay asado.
- Mirá como tengo la pierna, en micro no puedo ir, mejor tomemos un auto
Mabel le seguía el juego , porque realmente era como un espacio teatral donde la improvisación reinaba, para intentar aunque sea de ese modo tener un mínimo contacto con él.
Por momentos , la lucidez poblaba sus pensamientos y le preguntaba sobre su hija, si le alcanzaba el dinero,le comentaba que no había comido ni dormido y en otros donde todo parecía desaparecer entraba en escena un joven treintañero que viajaba a ver a sus familiares al campo.
En un momento le dice a su sobrina nieta tomándola del brazo con la poca energía que le quedaba: - te quiero mucho , ¿qué hubiera sido…?
Mabel le respondía:- ¡Cómo no quererte viejito lindo!- mientras sus manos acariciaban esa frente añeja y las manos de Manolo intentaba hacer lo mismo pero no llegaban a destino.
Su mirada volaba libremente , en reemplazo de su cuerpo ya tieso y lleno de dolor, buscando ,según él, personas en la habitación presentes que lo venían a buscar, a las que les respondía a viva voz.
-Todavía no me voy , esperen. El sábado.
Mabel curiosa por naturaleza miraba y seguía la ruta de los ojos de aquel viejecito y le preguntaba quiénes estaban allí, a quiénes veía.
Manuel con total naturalidad le respondía que no estaban solos en la habitación. Sus padres y hermanas monjas lo venían a buscar pero que se quedara tranquila que no era su momento aún, que debían esperarlo unos días.
Estaba arropado en su cama y su presencia era casi imperceptible, sujeto a una sonda, medicado permanentemente, mostrando debilidad propia de su enfermedad y de su avanzada edad.
Él ya no se movía, sólo había dejado sus ojos prendados en la joven que lo había ido a visitar y que evidenciaba un fuerte lazo de amor que se mantenía vivo . La llama encendida seguía iluminando su amistad a pesar de todo lo contextual.
No quería desprenderse de este mundo y así lo demostraba a cada instante.
Luego de un largo rato de intercambio de diálogos donde la línea temporal iba y venia , con lapsos de tiempos de 40 años reflejados en minutos . Un intercambio rico de contenidos y experiencias, de vivencias marcadas por la lucha y la solidaridad por el prójimo.
-Andá tranquila a casa- le dijo al verla erguirse.
Tras brindarle y prodigarle mucho amor , sabiendo que esa llama ciertamente se apagaría pronto , lo dejó solito en la habitación. Pasó por el umbral de la puerta despidiéndose espiritualmente desde su interior con aquel ,en una despedida de corazón a corazón de alma a alma.
Ya en el patio central saludó a las personas que jocosamente acompañaban al abuelo y se retiró por el pasillo sintiendo que esa llama incierta iba apagando su esplendor solidario que siempre lo caracterizó.
Y así se fue con su pensamiento y el calor de ese fuego en su corazón esperando el mensaje que prontamente le anunciara que al fin la llama ciertamente se apagó.

2 comentarios:

  1. Un dulce texto.Que te contiene.
    Y un dolor.El de la inevitable despedida.

    Me gustó mucho leerte.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. ¡No sólo poesía, relatos también! Muy buena lectura. Un beso!

    ResponderEliminar

si tenés una sugerencia u opinión , si es con respeto será bienvenida...